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Diálogo debe ser civilizado

Columna editorial del periódico El País: Ver artículo original


Luego de la borrasca que afectó a Cali, las autoridades nacionales y regionales aceptaron entablar mesas de diálogo para escuchar las inquietudes y los reclamos de los jóvenes, entre los que se encuentran muchos de los protagonistas de los bloqueos y los desórdenes que han afectado a la capital del Valle. Ahora parece necesario reclamar el orden que permita realizar una conversación respetuosa que lleve a identificar las formas de escuchar y resolver sus inquietudes.


Durante dos días se ha tratado de iniciar lo que muchos consideran el paso más importante para cesar los bloqueos. Son los diálogos con esa juventud que se siente excluida y reclama que escuchen su voz y le ayuden a resolver las dificultades y la falta de oportunidades que padecen. Son la expresión de una inmensa franja de personas que habitan las zonas marginadas de una ciudad que ya no parece tener los recursos necesarios para resolver el drama social, las desigualdades y los conflictos que la afectan.


Para ello se han reunido representantes del Gobierno Nacional encabezados por el Ministro del Interior, el alcalde Jorge Iván Ospina y la gobernadora Clara Luz Roldán. A su lado han estado el Presidente de la Comisión de la Verdad, delegados de la ONU, de la Iglesia Católica y de las organizaciones dedicadas a la vigilancia de los derechos humanos.


Con ello se pone de presente la importancia que el Estado y la sociedad le reconocen a ese grupo de la juventud caleña que ha sido parte de la protesta social.


Sin embargo, el inicio de los diálogos, con los cuales se pretende afrontar los problemas de esos jóvenes, ha sido frustrado por hechos que protagonizaron algunos de quienes fueron convocados a las mesas instaladas en el Coliseo María Isabel Urrutia. Dos veces han debido levantarse por la ausencia de varios de los participantes o, como ocurrió ayer, por la difusión de noticias falsas sobre un supuesto intento por despejar la zona entre la autopista suroriental y la calle trece. Y han desembocado en bochornosos y condenables intentos de agresión contra el alcalde Ospina.


El diálogo es ante todo una expresión de respeto por la diversidad y un intento que debe ser rodeado por el compromiso de no recurrir a la fuerza bruta. Y para que tengan los resultados, que de ellos se esperan, requieren de la organización y el acatamiento de las reglas de juego que hacen posible escuchar a los participantes para poder lograr los acuerdos y tomar las decisiones que sirvan para avanzar en las soluciones.


Ante los hechos que se han presentado, en el sitio de la convocatoria, es necesario pedir a los participantes que reflexionen sobre lo que está sucediendo, que asuman las responsabilidades que les corresponden y permitan avanzar en una iniciativa surgida para escuchar sus reclamos e inquietudes.


De ellos también depende encontrar soluciones a sus reclamos. Por ello es indispensable que aporten para lograr que la iniciativa tenga el éxito que se espera, en lugar de ponerla en riesgo, lo que significará una gran frustración para ellos y para la sociedad caleña que quiere oírlos.

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