En la marco de la iniciativa El Valle está en vos, que lidera la Gobernación del Valle del Cauca, compartimos la crónica que resalta la belleza y las principales características del municipio de San Pedro.
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El planeta San Pedro
Hay un planeta donde los trasnochados huelen muy rico: queda en todo el centro del Valle, está después de Buga, se llama San Pedro y es un pueblito con 18 mil habitantes donde doña Ana Lícida García los prepara únicamente de sábado para domingo, cuando los pone a la venta desde las cinco de la mañana por 700 pesos.
Entonces desde esa hora está abierta la puerta de su casa, frente al parque, que es donde los hornea. Y entonces desde esa hora empieza a entrar la gente, que sigue hasta el fondo buscando la cocina en dirección del olor. O del perfume, porque estamos hablando de pan. De pam, que pronunciado con la M que nos lo amasa en el acento vallecaucano, huele más rico. Siguiendo el perfume, entonces, entra gente que compra para llevar y comer en familia. Entra gente que compra por encargo. Entran clientes que no aguantan y se los comen allí mismo. Y entran los otros trasnochados: los borrachitos; de vez en cuando se aparece uno que otro buscando desayuno, recuerda doña Ana Lícida, que muy risueña va contando de días en los que hasta les sirvió una taza de café.
Suena en verdad a otro planeta, ese pueblo que lleva por nombre el de un santo. Mayerly Mendoza, que tiene 44 años y todos viviendo allí, dice que allí es común ver casas con las puertas abiertas hasta la hora del olvido y que hay ocasiones en que a ella misma se lo han tenido que recordar con un grito que a las once de la noche oyó desde la calle: “Vecinaaaaaaaa… tiene la puerta abierta…” Mayerly es la manicurista de doña Ana Lícida. Y las manos de doña Ana Lícida una suerte de tesoro municipal incluido en la lista de los principales atractivos que tiene San Pedro, según cuentas del propio director de la Casa de la Cultura, Carlos Alberto Lozano.
Doña Ana Lícida nació el primero de febrero de 1936 y en la casa donde vende los trasnochados, el 4-62 de la calle Quinta, vive desde 1957. Con la venta empezó desde el 2010, más o menos, después de una charla con su amiga, la señora Amparo Ospina, que por ese tiempo le hizo caer en cuenta que nadie más había vuelto a hornear trasnochados en el pueblo; y la señora Amparo lo sabía con conocimiento de causa porque durante cien años la fórmula original estuvo dando vueltas en las manos de las mujeres de su familia, hasta que prácticamente no quedaron más manos con la dedicación para ese menester. La señora Amparo, por ejemplo, ya vive en Cali. Entonces para que la tradición no se perdiera le cedió la receta a su amiga.
Es como si una arepita de panadería hubiera despertado tarde en la noche con hambre en la vitrina, y se hubiera comido un pandebono; comerse esa arepita, es comerse un trasnochado, le digo yo, intentando describir aquel sabor único, que al mismo tiempo puede contener gustos muy conocidos. Pero todo es aún más sano de lo que supone esa descripción elemental: “Es muy diferente a un pandebono. Los trasnochados son una obra artesanal: el valor se los da la hoja de plátano con que se cubre la masa cuando está lista; que se prepara la víspera y por eso es que se llaman así”, dice la señora Amparo por teléfono. San Pedro, pues, tiene los trasnochados más inofensivos del mundo.
Llevan queso campesino. Por una de maíz, dos de queso molido. El resto es un pedacito de arracacha, uno de yuca y uno de panela. Se amasa en la noche anterior, se arman y eso es todo, dice doña Ana Lícida vestida en una de esas sonrisas largas que se ponen los magos después de sacar un conejo del sombrero.
Suena a otro planeta, ese pueblo a dos peajes y hora y media de Cali. Suena a otro planeta y no es poesía porque allí nació el maestro Luis Mario Lopeda, un músico virtuosísimo cuyo legado puede verse hasta en medio de los baldosines del parque, adornado con apliques de instrumentos pintados: guitarras, flautas, clarinetes, tambores.
Y en el monumento central. San Pedro es el municipio musical del Valle gracias a ese hombre del siglo pasado, que hasta que murió vivió enseñando lo que sabía. Fue así como en 1974 montó una banda de música (percusión y vientos) que se hizo célebre en toda la región, cuando la región era un patria chica con solo tres orquestas; una en Cali, una en Palmira y una en Cartago.