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Tasa por congestión: el debate


La movilidad sostenible debe pasar de la retórica a la práctica


Por: Carlos A. González Guzmán*


Hace un par de días la Alcaldía de Cali radicó ante el Concejo Municipal el proyecto de ‘Tasa por Congestión’. Un minuto después, ya había quienes decían: ‘terminará de colapsar la movilidad’ y ‘es excluyente con los caleños más pobres’. Más allá de los apasionados debates populistas y del tradicional Cali-balismo de unos cuantos, un análisis de rigor permitiría establecer que, si se implementa bien, puede ser el inicio de una mejora estructural de la movilidad.


El problema de movilidad en Cali se podría resumir así: (i) exceso de vehículos particulares en la red vial durante las horas pico (ii) un transporte público deficiente que requiere una adecuada financiación para garantizar la calidad de su servicio (iii) un precario fomento de la movilidad no motorizada –bicicleta y peatón-.


¿Y entonces cuál es el camino? Desde una perspectiva técnica, el camino es obvio: (i) reducir el número de vehículos en circulación hasta un punto en el que la congestión se disminuye a niveles óptimos (ii) financiar mediante subsidios la operación del transporte masivo para garantizar la calidad del servicio (iii) fomentar la movilidad no motorizada mediante infraestructura y servicios para ciclistas y peatones.


El problema es que recorrer ese camino es complejo, todos hablamos de la movilidad sostenible pero pocos estamos dispuestos a asumir las consecuencias de ello: el uso del vehículo particular, por las externalidades negativas que genera, debe ser restringido y costoso. Aquí es cuando a algunos fanáticos del ‘ambientalismo ligero’ de estratos socio-económicos medios y altos se les acaba el activismo y sentencian: ‘De mi carro no me baja nadie, construyan más vías’.


La tasa por congestión propuesta para Cali, en el marco de la Ley 1753/2015, intenta aportar en los tres aspectos antes mencionados. Por tratarse de una medida híbrida, consta de dos elementos interdependientes: la restricción de circulación (‘pico y placa’) y el derecho a circular durante ésta mediante un pago (tasa). Por una parte, la gestión del ‘pico y placa’ reduce el número de vehículos circulando, buscando un nivel óptimo o deseable de congestión. Por otra parte, el cobro por el derecho otorgado a un porcentaje reducido de vehículos para circular en la ciudad durante su restricción de ‘pico y placa’, es decir, a generar congestión marginal por encima de ese nivel óptimo establecido, hace posible un recaudo con el cual se financie, con prioridad, el transporte masivo.


Entonces surgen otras dudas: ¿Pero si le permiten a un porcentaje de vehículos transitar a pesar de tener el ‘pico y placa’ eso no empeora la movilidad? No necesariamente, si el porcentaje es pequeño se genera un incremento marginal de la congestión que no es significativo para empeorar la movilidad. ¿Cómo garantiza que dicho porcentaje sea pequeño? Con un precio alto de la tasa a pagar. ¿Eso no es injusto con las familias más pobres? Todo lo contrario, éstas son las más beneficiadas, la mayor parte del recaudo de la tasa se destina a garantizarles un transporte público de calidad.

Ya en este punto, o este debate mejora, o retomamos mejor el del fútbol y la telenovela.


*Experto en Movilidad y Urbanismo. www.movilidadyurbanismo.com

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La responsabilidad de la opinión expresada en este artículo es únicamente atribuible al autor. Artículo publicado en el diario El País, edición impresa, página B2, lunes 12 de Septiembre de 2016. Cali, Colombia.

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