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Los jóvenes del fin de siglo


Compartimos la columna de opinión escrita por Angela Cuevas de Dolmetsch, para el periódico El país, en la que hace referencia a la reciente participación de los jóvenes en los procesos políticos colombianos. Ver artículo original

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La generación del cambio de siglo nació cuando los planetas se alinearon y las hadas madrinas y las diosas se pusieron de acuerdo para dotarlos de sabiduría. Es la generación que no conoció el odio, la que si bien no se hablan, inventaron su propio idioma para chatear y jugar a la guerra pero de mentiras o a la ecología o a la construcción de ciudades invisibles, más allá de las fronteras de los países, mas allá de las fronteras del idioma y de las religiones. Es la generación que se ríe sola y todo lo sabe al instante, es la generación que no traga entero.


Estos son los jóvenes de hoy, los universitarios de la Nacional, la del Valle, la Javeriana, la Icesi, la Santiago, la San Buenaventura, los estudiantes del Camacho y Santa Librada, entre otras. Allí están todas unidas las 9 Universidades de Cali, en la Plazoleta de San Francisco, durmiendo en el suelo atacados por la lluvia y los mosquitos, esperando que alguien les lleve algunos víveres para cumplir con su misión: No moverse hasta que no se firme la paz, pero no cualquier paz, la que se acordó después de 4 años de negociaciones.


No hablan mal de nadie ni de Santos ni de Uribe, ni siquiera del inmencionable Ordóñez; estas son sombras que se desvanecen en la penumbra de los rencores de las otras generaciones y cuyas posiciones ni las cuestionan ni las entienden, como tampoco entienden cómo los colombianos pudieron votar por el No.


Tienen la curiosidad de hablar con sus pares de la guerrilla, de llevarlos a sus casas y sentarlos en la mesa con sus padres, tienen la curiosidad de saber cómo es esa vida en el monte y porque en un mismo país puede haber tantas diferencias, hablan de los niños de la guerra y quieren que crezcan como ellos con oportunidades de educación, de hacer deporte, de tener un hogar, una familia.


Quieren que Colombia sea un país sin drogas y sin minas quiebra patas, y están de acuerdo con ayudar a la guerrilla y a los militares a reconstruir el país, a que donde había coca y terrenos minados, mañana crezca yuca, plátano, choclo, frutas y haya ciudadelas ecológicas para víctimas y reinsertados así como los campamentos de trabajo para los culpables de delitos no atroces.


Se leyeron las 229 páginas y tienen claro que no quieren la guerra, que el país de los viejos, de los Uribes y de los Santos, de los rencores y de los odios ya se acabó, el país que quieren nuestros jóvenes es un país en paz, rico en agricultura, en minería, rico en paisajes y en oportunidades, ese país donde cabemos todos.


Sin rencor ni mezquindad la generación del fin de siglo pondrá los próximos presidentes para una Colombia en paz.

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